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“Dejemos de adorar y comencemos a venerar”

¡Es una tremenda bendición vivir en la época del despertar de la “alabanza y adoración”! Me emociona en gran manera ver de cerca este movimiento que caracteriza nuestra cultura evangélica. No hace mucho, la riqueza en la creatividad de la expresión musical se quedaba muy corta de llamar la atención de las nuevas generaciones, y más allá, de cobrar relevancia en su relación con Dios. La música, y sobre todo aquella que toca las fibras más profundas de nuestros sentimientos, ha venido a ser una parte sumamente importante en nuestra experiencia cristiana. Es más, es tan importante, que realmente se ha convertido en un problema.


¿Adoración = Música?

He perdido la cuenta de las veces que he escuchado, dicho, pensado, murmurado, o declarado la frase “la adoración va más allá de la música” o bien “no solamente con música adoramos a Dios”. ¡Qué lío! Parece que no hay forma de lograr raspar de nuestra mente la asociación adoración-música. Si vemos bajo la lupa nuestro estilo de vida, ¿en qué medida nuestra conducta representa un acto de adoración a Dios? ¿Qué acciones ejecutamos intencionalmente con el propósito de adorar a Dios en nuestra rutina cotidiana? ¿Somos adoradores aún si no hay música a nuestro alrededor?

Aclaro que la música puede jugar un papel clave en nuestra experiencia de adoración. De hecho, si lees Apocalipsis 5 encontrarás una fantástica escena que también incluye canto.


¿Adoración sin música?

Te invito a dar un vistazo, una lectura rápida, sin profundidad, a Juan 4:19-26 y Romanos 12:1,2. El primer pasaje es una de la conversación de Jesús con la mujer samaritana, que incluye el tema de la adoración. El segundo es uno de los textos del Nuevo Testamento más citados y predicados, donde destaca el tema de la adoración también. ¿Los leíste ya? Aquí van entonces un par de preguntas sencillas. ¿En qué parte de esos textos aparece la música? ¿Es posible adorar sin música? ¿Cómo?

Ya que hemos asociado adoración con música, y esta música se desarrolla en un contexto de cultos, conciertos, noches de alabanza, pareciera que no solamente estas son las únicas experiencias de “adoración” que tenemos, sino que además, las hemos llegado disfrutar tanto que se han convertido en una necesidad para sentirnos bien. Estas vivencias de adoración se llegan a centrar en nosotros mismos, nuestros sentimientos, nuestro estado de ánimo, y no en la persona de Dios. Es como terminar adorando la “adoración”.


¿Adoración = Veneración?

Quizás sea el tiempo entonces de intentar un nuevo acercamiento al tema de la adoración. Propongo hoy que utilicemos un sinónimo que pueda desafiar nuestra manera de pensar.

Sin ir muy lejos, podemos definir veneración como el acto de “respetar en sumo grado a alguien por su santidad, dignidad o grandes virtudes, o a algo por lo que representa o recuerda”.

Como primera impresión, es evidente que esta reverencia se trata más de una filosofía de vida que de una onda meramente musical. Debe saltar a la vista la profundidad que representa, lo interno, lo invisible. Venerar es una convicción, es una actitud.

Si la palabra “adoración” ya no hace palpitar tu corazón en admiración a Dios, si no postra tu vida de rodillas ante su Majestad, quizás sea tiempo de aprender a venerarlo por lo que El es y hace.

Más que expresiones bonitas o palabras que hacen sentir bien, deberíamos reconocer que la supremacía reside en el Ser venerado. Jamás la adoración se ha centrado en nosotros mismos, sino en la misma persona de Dios. (Dicho sea de paso, ¿te has dado cuenta de la gran cantidad de canciones que entonamos para nuestro Dios que hablan más acerca de nosotros, lo que necesitamos, lo que le pedimos, lo que deseamos cambiar, en lugar de su majestad, sus proezas, su carácter?)

Jesús afirmó que “los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren” (Juan 4:23). Otra versión del texto dice “el Padre tales adoradores busca que le adoren (…) en espíritu y en verdad es necesario que adoren”. Dicho de otra manera, es posible ser un falso adorador o ser uno no conforme al corazón de Dios. Existe cierta adoración que Dios anhela encontrar, y mejor dicho, cierto tipo de adoradores que Él constantemente desea, demanda, solicita, pide. Existe otra que le resulta tan despreciable, como la que ofreció Caín.

Dios está atento, buscando, hombres y mujeres que vivan una verdadera adoración. El algo más allá del tiempo bonito del culto semanal. Se trata de tu estilo de vida que venera a Dios, que lo reconoce como dueño supremo de tus pensamientos, palabras y acciones, que le da honor por su personalidad, que le rinde tributo por su intervención a tu favor.

Te invito a cerrar esta lectura con un tiempo para reflexionar en dos textos bíblicos: I Timoteo 1:17 y Judas 24,25. Lee despacio cada palabra de estos versos, y luego dile a Dios lo que estos pasajes provocan en tu mente y corazón. ¿Cómo te inspiran para vivir una verdadera veneración?

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